08/01/2014
Son muchas las ocasiones en las que he respondido qué significa ser del Athletic, con palabras o por escrito. Pero quedan cosas por decir. Cuando vives lejos de casa la respuesta multiplica las razones. Cada día soy más del Athletic Club. Porque somos eso, un club de gentes unidas por un puñado de valores que nacieron en el idioma primigenio del balón. No hay otro igual. En Bizkaia es algo evidente. Pero fuera la sensación crece. He hablado con paisanos que viven en Nueva Zelanda o en Canadá y Io primero que te preguntan es por el resultado del Athletic. Y si creen que exagero aquí les dejo un puñado de razones.
He visto cosas que algunos no creerían. A un hombre en Hervás mostrar ante Ia peña del Athletic a su hijo recién nacido a modo de bautismo. A niños peloteando con Ia camiseta de los ídolos de San Mamés en las playas de Argentina. Y a una aficionada de Linares proclamar que si un día abandonamos nuestra filosofía dejará de ser seguidora. Lo mismo me confesó otro de Londres, más inglés que Bond, y una parisina con tres hijos más rojiblancos que lbaigane. Y lo mantienen pese a saber que ello cierra las puertas a la sangre de su sangre. Una paradoja solo posible en nuestro Club. Allá donde solo caben los épicos y los utópicos, para quienes es más importante ser y estar, que estar sin saber quién eres. Donde las Cenicientas pueden cumpiir su sueño y si te dejas el alma puedes llegar a Lehendakari. Somos un club surrealista en el que un portero sale a hombros tras perder una Copa y acaban naciendo leyenda y canción. Hijos de una tierra que, para festejar títulos, utiliza la embarcación más hurnilde y la convierte en nao gloriosa. Allá donde el futuro de un arco es motivo de debate y elegimos proximidad y sonoridad por encima de comodidad. Un Club en el que los foráneos entregan flores al busto de un hombre con nombre de gol. Un equipo que tiene otro campo pero sigue siendo el mismo girado 90 grados hacia el futuro. Un templo que, a falta de una pared, continúa impresionando. Porque San Mamés sigue cumpliendo años. Nunca dejó de existir. Explique eso a alguien que no es de los nuestros. Y aún hay más.
He conocido a gente que recorrió medio mundo para ir a una Final sabiendo que vencer era imposible. He visto llorar a un hombre porque su hijo no sabe Io que es ganar una Copa y, aún así, es fiel al Athletic. He hablado con rivales legendarios que se han confesado admiradores de nuestro campo, afición y filosofía. He pillado a jugadores buscando en su pasado un pasaporte hacia Lezama. He comprobado su sorpresa al descubrir que, en contra de la lógica, seguimos siendo de Primera. He contemplado la envidia al ver en nosotros Io que ellos dejaron de ser y su perplejidad al escuchar a 40.000 almas animar a nuestras jugadoras. He derramado lágrimas de orgullo al contemplar a Ia afición llevando en volandas al autobús hacia unos octavos de Final, abrumar al Teatro de los Sueños e impresionar para siempre a las hordas del Liverpool, Newcastle, Juventus o Sporting de Portugal. He sido testigo de cómo empatábamos ante Inglaterra y casi ganamos a Brasil. He visto aplaudir a jugadores odiados, tras partidos memorables. He vivido tardes en las que toda una grada indicaba un pase o advertía de Ia presencia de un contrario. He contemplado el abrazo de dos desconocidos tras un gol y cuarenta años verles seguir haciéndolo pese a desconocer el uno el nombre del otro. He escuchado a Zubi contar cómo en 1984, cuando nos jugábamos media Liga en Valencia, Ellacuría y los suyos estaban sitiados bajo Ia balasera en El Salvador. Y el jesuita preguntó -¿Cuál es Ia situación?-. Su compañero Jon Sobrino, que escuchaba la radio internacional, respondió -Hay esperanza. iNoriega acaba de meter un gol!-.
Por todo ello, cuando me preguntan qué signifrca ser de nuestro CIub, digo lo mismo: Todo. Somos una capital con un balón de dos colores. Ni queremos, ni caben más. EI único referente que nos une sin fisuras es el Athletic. Un Club que no solo representa a una villa, una tierra y un pueblo. Es mucho más. Es football. Tal y como fue creado. De ahí que siempre proclame a los cuatro vientos, "We are Athletic, we are Football". Porque lo único que permanece original, en este espectáculo que nació deporte y acabó siendo negocio, es nuestro Club. No creo en nada, más allá de San Mamés, la familia y la cuadrilla. Pero si un día resucito, Io primero que preguntaré será: '¿Qué ha hecho el Athletic?
Son muchas las ocasiones en las que he respondido qué significa ser del Athletic, con palabras o por escrito. Pero quedan cosas por decir. Cuando vives lejos de casa la respuesta multiplica las razones. Cada día soy más del Athletic Club. Porque somos eso, un club de gentes unidas por un puñado de valores que nacieron en el idioma primigenio del balón. No hay otro igual. En Bizkaia es algo evidente. Pero fuera la sensación crece. He hablado con paisanos que viven en Nueva Zelanda o en Canadá y Io primero que te preguntan es por el resultado del Athletic. Y si creen que exagero aquí les dejo un puñado de razones.
He visto cosas que algunos no creerían. A un hombre en Hervás mostrar ante Ia peña del Athletic a su hijo recién nacido a modo de bautismo. A niños peloteando con Ia camiseta de los ídolos de San Mamés en las playas de Argentina. Y a una aficionada de Linares proclamar que si un día abandonamos nuestra filosofía dejará de ser seguidora. Lo mismo me confesó otro de Londres, más inglés que Bond, y una parisina con tres hijos más rojiblancos que lbaigane. Y lo mantienen pese a saber que ello cierra las puertas a la sangre de su sangre. Una paradoja solo posible en nuestro Club. Allá donde solo caben los épicos y los utópicos, para quienes es más importante ser y estar, que estar sin saber quién eres. Donde las Cenicientas pueden cumpiir su sueño y si te dejas el alma puedes llegar a Lehendakari. Somos un club surrealista en el que un portero sale a hombros tras perder una Copa y acaban naciendo leyenda y canción. Hijos de una tierra que, para festejar títulos, utiliza la embarcación más hurnilde y la convierte en nao gloriosa. Allá donde el futuro de un arco es motivo de debate y elegimos proximidad y sonoridad por encima de comodidad. Un Club en el que los foráneos entregan flores al busto de un hombre con nombre de gol. Un equipo que tiene otro campo pero sigue siendo el mismo girado 90 grados hacia el futuro. Un templo que, a falta de una pared, continúa impresionando. Porque San Mamés sigue cumpliendo años. Nunca dejó de existir. Explique eso a alguien que no es de los nuestros. Y aún hay más.
He conocido a gente que recorrió medio mundo para ir a una Final sabiendo que vencer era imposible. He visto llorar a un hombre porque su hijo no sabe Io que es ganar una Copa y, aún así, es fiel al Athletic. He hablado con rivales legendarios que se han confesado admiradores de nuestro campo, afición y filosofía. He pillado a jugadores buscando en su pasado un pasaporte hacia Lezama. He comprobado su sorpresa al descubrir que, en contra de la lógica, seguimos siendo de Primera. He contemplado la envidia al ver en nosotros Io que ellos dejaron de ser y su perplejidad al escuchar a 40.000 almas animar a nuestras jugadoras. He derramado lágrimas de orgullo al contemplar a Ia afición llevando en volandas al autobús hacia unos octavos de Final, abrumar al Teatro de los Sueños e impresionar para siempre a las hordas del Liverpool, Newcastle, Juventus o Sporting de Portugal. He sido testigo de cómo empatábamos ante Inglaterra y casi ganamos a Brasil. He visto aplaudir a jugadores odiados, tras partidos memorables. He vivido tardes en las que toda una grada indicaba un pase o advertía de Ia presencia de un contrario. He contemplado el abrazo de dos desconocidos tras un gol y cuarenta años verles seguir haciéndolo pese a desconocer el uno el nombre del otro. He escuchado a Zubi contar cómo en 1984, cuando nos jugábamos media Liga en Valencia, Ellacuría y los suyos estaban sitiados bajo Ia balasera en El Salvador. Y el jesuita preguntó -¿Cuál es Ia situación?-. Su compañero Jon Sobrino, que escuchaba la radio internacional, respondió -Hay esperanza. iNoriega acaba de meter un gol!-.
Por todo ello, cuando me preguntan qué signifrca ser de nuestro CIub, digo lo mismo: Todo. Somos una capital con un balón de dos colores. Ni queremos, ni caben más. EI único referente que nos une sin fisuras es el Athletic. Un Club que no solo representa a una villa, una tierra y un pueblo. Es mucho más. Es football. Tal y como fue creado. De ahí que siempre proclame a los cuatro vientos, "We are Athletic, we are Football". Porque lo único que permanece original, en este espectáculo que nació deporte y acabó siendo negocio, es nuestro Club. No creo en nada, más allá de San Mamés, la familia y la cuadrilla. Pero si un día resucito, Io primero que preguntaré será: '¿Qué ha hecho el Athletic?
(Jon Uriarte - Revista Athletic)
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