19/01/2013
El Athletic es el aitite y el nieto compartiendo la bandera.
El bocadillo de ama ó la bufanda tejida por la abuela.
La bota del vecino y el abrazo con el desconocido.
La lluvia racheada, entrando por Ingenieros.
La mujer que de niña soñó con calzar botas y la hija que lo logró.
El último domingo compartido entre padre e hijo, sin saber que sería el último.
El primer beso íntimo rodeado de 80.000 ojos.
El escudo al atardecer, al fondo de una calle de bares.
El puro fumado por uno, pero compartido por todos.
El grito desesperado, la emoción desbordada, la lágrima suelta.
Y el placer de los placeres. El éxtasis. El rugido del león. El “A por ellos” y el “Beste bat” o el “Athleeeeeeeeeeeetic” con bufandas al viento. Los primeros cortos y rotundos. El segundo, arrastrado con sentimiento. Tal y como es la verdadera felicidad.
Así es nuestro Club. De todos y de nadie. Tan singular en filosofía, como plural en seguidores. Tan respetado, como incomprendido.
Hay equipos que hacen historia, el Athletic hace leyenda y todo porque un día indeterminado, en un acuerdo no escrito, decidimos seguir un peculiar camino. Donde otros veían el final, nosotros veíamos principios. Elegimos ser David cuando todos querían ser Goliat. A la utopía con la épica, pasando por Bilbao. En eso estábamos y aún estamos. Un acuerdo que se mantiene, pese a todo, entre millones de aficionados alejados en lo geográfico, lo político, lo cultural o lo social. Aquel día incierto, elegimos vencer menos pero ganar más. Y entendimos que el Athletic es una cuestión de familia. Lo del fútbol, créanme, es secundario.
El Athletic es el aitite y el nieto compartiendo la bandera.
El bocadillo de ama ó la bufanda tejida por la abuela.
La bota del vecino y el abrazo con el desconocido.
La lluvia racheada, entrando por Ingenieros.
La mujer que de niña soñó con calzar botas y la hija que lo logró.
El último domingo compartido entre padre e hijo, sin saber que sería el último.
El primer beso íntimo rodeado de 80.000 ojos.
El escudo al atardecer, al fondo de una calle de bares.
El puro fumado por uno, pero compartido por todos.
El grito desesperado, la emoción desbordada, la lágrima suelta.
Y el placer de los placeres. El éxtasis. El rugido del león. El “A por ellos” y el “Beste bat” o el “Athleeeeeeeeeeeetic” con bufandas al viento. Los primeros cortos y rotundos. El segundo, arrastrado con sentimiento. Tal y como es la verdadera felicidad.
Así es nuestro Club. De todos y de nadie. Tan singular en filosofía, como plural en seguidores. Tan respetado, como incomprendido.
Hay equipos que hacen historia, el Athletic hace leyenda y todo porque un día indeterminado, en un acuerdo no escrito, decidimos seguir un peculiar camino. Donde otros veían el final, nosotros veíamos principios. Elegimos ser David cuando todos querían ser Goliat. A la utopía con la épica, pasando por Bilbao. En eso estábamos y aún estamos. Un acuerdo que se mantiene, pese a todo, entre millones de aficionados alejados en lo geográfico, lo político, lo cultural o lo social. Aquel día incierto, elegimos vencer menos pero ganar más. Y entendimos que el Athletic es una cuestión de familia. Lo del fútbol, créanme, es secundario.
(Jon Uriarte - "De Bilbao de toda la vida" - colección "Temas vizcaínos" BBK - 2011)