José Angel Iribar como símbolo

Los mitos rojiblancos también pueden ser de carne mortal. El primero, en 117 años de historia es Rafael Moreno Aranzadi, Pichichi; el último, José Ángel Iribar Cortajarena, un nombre cuyos dos apellidos se sabían todos los niños de los años sesenta y los de los setenta, porque cuando un futbolista te acompaña en la infancia y la adolescencia, en el franquismo y en la transición, parece tener vida eterna. Nunca fue más cierto que en su caso, lo de Iribar y diez más, porque así era. En tiempos del Chopo, hubiera resultado impensable un debate similar al que envuelve a Iker Casillas. Cuando caía lesionado, el portero que ocupaba su puesto, fuera Deusto o Marro, sabía que tendría que dar un paso atrás cuando volviera Iribar. Cuando estuvo noventa días enfermo por unas fiebres tifoideas, que estuvieron a punto de matarle, y por cuya recuperación se rezaron decenas de rosarios en Bizkaia, Zaldua, que después se convirtió en afamado hostelero, sabía que su puesto de titular en el Athletic era solo provisional. Que el regreso de Iribar volvería a relegarle al banquillo. Todos asumían su jerarquía... (leer más)

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