Once Leones, Bilbao, Febrero 1902
Contemplamos Bilbao a orillas delNervión Ibaizabal, rodeado de nuevas alturas, viendo ascender al cielo el humo de las fundiciones, sintiendo la velocidad de los trenes y tranvías, admirando la ría cubierta de vapores de diversas banderas, presenciando el trabajo de los cargadores, siguiendo con la vista los volquetes colmados de mineral y escuchando el ritmo del trabajo, la colosal sinfonía del progreso que se traducían en improvisadas notas, los émbolos con su vaivén, las bielas con su nervioso empuje, las ruedas dentadas con formidable estrépito, el vapor que rugía, el silbato que gritaba, las sirenas que ensordecían y centenares de obreros que daban al cuadro la pincelada humana, la figura que animaba todo el paisaje, el espíritu que vivificaba aquella materia inmensa, puesta en vertiginoso movimiento.
Contemplamos Bilbao a orillas del
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